lunes, 20 de septiembre de 2010

VACÍOS DEL OPIO

Él pensó que había creado la vida más añorada de todas, la más envidiable, y había construido una gran nube blanca sobre cosas blancas, entre placeres blandos y equívocos.

El amor se detuvo para enfriar su mente, para alcanzar el sano juicio perdido, para repetir momentos inasequibles por ahora. Sólo Dios sabe en los rincones en que anduvo como alma intranquila, posiblemente enfermiza para saciar el vacío y afecto.

Los alguien se convirtieron en nada, los muchos en nadie, los pocos en nulos, la grandeza en miseria, la vida probablemente en muerte deambulante, la sonrisa en pausas inexplicables de letargo.

Y ahora qué? Ahora en donde deambulará? Qué le hará ensalivar sus inquietudes, qué le otorgara ese placer efímero y obsceno. La noche se hace larga nuevamente, el día corto, la felicidad incierta. Volvió la angustia por la soledad, esa soledad construida demencialmente con base al egoísmo hedonista.

Inexplicablemente aparecen seres de otro lado, proponiendo pinceladas de cariño, pedazos de amor retorcidos en mentes obsesivas. Esas sombras de al lado no recomiendan nada, sólo están cuidando que no suceda el infortunio.

Esta vez no hallará esa panácea apetecida por lecirgo.

Opio del pueblo y para el pueblo = DEMOCRACIA.

martes, 14 de septiembre de 2010

¿Celebremos nuestra Independencia?

En estos días, sin tener un precedente de la necesidad de escribir sobre la historia independentista del país, me ha inquietado la interrogante: ¿Resulta viable celebrar nuestra independencia? Y si fuese cierto ¿Qué independencia es la que festejamos?

A todas luces estos contenidos no pueden desarrollarse sin atisbar una carga ideológica. Lo que sí viene a mi mente, es que el Bicentenario mexicano y de otras naciones latinoamericanas han despertado pasiones.

Pero debe quedar claro que los gestores de las independencias latinoamericanas NO son y NUNCA han sido los líderes que obligadamente muchos de los que compartimos con las ideas de izquierda nos queremos hacer suponer. Los independentistas de esa época eran en la mayoría provenientes de los sectores comerciales o aristocráticos de nuestras naciones (Bolívar, San Martín, Pedro Molina, todos los que querramos añadir). En México, la Capitanía General de Guatemala, Venezuela, Colombia, Argentina, una naciente burguesía inspirada en los ideales de la ilustración (el marxismo no había hecho mella en ese entonces) iniciaron -unos con éxito- el proceso de consolidación de Estados nacionales (no multinacionales como queremos concebirlos ahora) que precedían de las revoluciones norteamericana y francesa.

Para nuestro caso, siempre hemos criticado que la independencia fue sólo económica y gestada por la oligarquía criolla, pero muy difícilmente hubiese venido de otro u otros sectores sociales. Y es cierto, el testimonio y estudio de grandes pensadores e historiadores nacionales así lo confirman. Es más la propia Acta de Independencia refleja la necesidad de libertad de ese grupo de la sujeción político económica española y evitar que las clases populares (sobre todo indígenas) pudiesen levantarse.

El temor a un Estado plural siempre ha estado en el imaginario político nuestro. Hasta la fecha la discriminación y racismo latente NO permiten ni siquiera conceptuar un Estado multinacional, multilingüe y multiétnico como se pretendió con las reformas constitucionales de 1999.

El propio Estado mexicano fue liberal y pseudo burgués inicialmente. Luego paso por una época en donde se quiso restaurar la monarquía de manos del emperador Maximiliano, y las luchas por la plena independencia mexicana fueron más perceptibles, complejas y cargadas de sangre. El norte mexicano pasaba también por períodos de inestabilidad y luchas intestinas por la pelea de territorios con la naciente potencia estadounidense. Una vez liberados de la invasión francesa, aconteció lo más significativo para ese país: la Revolución de 1910. Considero que es el proceso en que se consolidó la lógica dialéctica que permitió dotar a México de una mayor identidad nacional y de un proceso histórico cultural propio: el auge liberal pseudo burgués (tesis), la revuelta imperial (antitesis), la lucha revolucionaria de las clases excluidas a inicios del siglo XX, campesinos e indígenas frente a los poderes enquistados (síntesis). Quizá esos períodos de crisis profunda y desgarramiento por la patria crearon una mayor identidad socio cultural en ese país.

En Guatemala el proceso se describe menos fatídico. Existieron levantamientos pero no con la magnitud que se presentaban en el hermano país. La anexión a México, la pérdida de los territorios del sur mexicano no provocaron tanta violencia; finalmente la cesión de los mismos (merced de intereses políticos y económicos claros para la clase gobernante guatemalteca de la época) era algo natural para quienes querían seguir siendo parte del territorio mexicano (Chiapas, Campeche, Quintana Roo).

En Guatemala, las luchas intestinas se dieron más en los espacios políticos internos: la pugna entre liberales y conservadores se hizo sentir ante el derrocamiento del gobierno de Mariano Gálvez (1839) y el del General Vicente Cerna (1871) que trató de dar continuidad a la dictadura de los 30 años de Rafael Carrera.

Los territorios centroamericanos batallaron por consolidar sus repúblicas unitarias, graso error de los poderes oligárquicos de la época, frente a un mundo actual en donde la escisión resulta un mal grave frente a la globalización.

La revolución social (1944) que podía dar un espacio de mayor democratización, identidad, reivindicación de los sectores sociales (campesinos e indígenas) en Guatemala, fue derrocada vilmente por los mismos poderes paralelos (económicos, militares y foráneos) que niegan una democracia más profunda y plural hoy en día. Ese proceso lógico dialéctico anteriormente citado no hizo mella en el país.

Por ello, no resulta díficil entrever la identidad de circunstancias y hechos subrepticios que se pueden leer en El Señor Presidente de Asturias o en el Despacho Presidencial de Arévalo, para entender que el autoritarismo oligárquico y mediático guatemalteco niega cualquier oportunidad de progreso y desarrollo.

Finalmente, por eso no sabemos qué celebrar, no sabemos a quién le tenemos que agradecer esta supuesta independencia, no sabemos sí fue de beneficio para la mayoría o sólo para algunos, quizá si hubiésemos seguidos anexados a México o federados con las Provincias Unidas de Centroamérica nos hubiese ido mejor; lo que sí es que la independencia significa un amor y odio, una alegría nostálgica por una nación que todavía no sabemos de quién es, para quién es, para quiénes debe servir, si es nación o multinación?