miércoles, 20 de octubre de 2010

De-construcción y construcción desde la óptica de la Revolución

Que dicha sentí hoy 20 de octubre cuando vi que muchos guatemaltecos y guatemaltecas estaban esperando afuera de la puerta del Palacio Nacional, para ver los murales de Diego Rivera y Rina Lazo, con los cuales se conmemoró la gesta revolucionaria de 1944, su caída fatal en 1954 y la situación dantesca que vendría para Guatemala en los años posteriores.

Unos 50 años de historia de este país hecho arte. Y el pueblo, y nosotros, esperando recrearnos sanamente y apreciar nuestra historia. El esparcimiento cultural y conocimiento histórico político en su dimensión objetiva se ha negado a generaciones enteras producto de: la indiferencia a causa de una clase política-económica espuria, mezquina, usurpadora de lo público, sin identificación con la esfera social; una reproducción de la ignorancia y la servidumbre como efectos inexorables para la dominación política, económica e ideológica en Guatemala; un conocimiento parco o básico de la realidad histórica del país, como esquema mental para la conformación de una sociedad autómata, tal y cual es; una falta de identidad con el país y sus procesos de formación y de-formación. Todo ello se refleja en lo que existe, una sociedad acrítica, atomizada, pasiva, sin horizonte, perversamente mediatizada por el consumo y los medios de comunicación.

No hay duda que las frases coloquiales que impactaron la época e impactan aún en nuestro medio, como: las reformas del ´44 son ideas comunistas, los comunistas se comen a los niños, los indios son tontos por comer tortilla, los ricos no roban cuando llegan al poder porque no lo necesitan, para que estudiás mejor dedícate a hacer pisto, el que no roba es mula, etc.; son y serán siendo parte de nuestro imaginario, por ser una sociedad sin acceso a la cultura, al arte, a la literatura y poesía, al conocimiento fundamental-necesario de su historia. Esto incide en la forma en como nos manifestamos a nivel de país, como nos proyectamos al mundo, como materializamos las acciones políticas. Realmente analfabetos funcionales en un mundo sofisticado, en una sociedad del conocimiento, la información y la tecnología.

Volviendo al tema central. Hoy después de muchos años, me sentí muy bien con el hecho de acercarme a esos espacios de cultura, que en cualquier sociedad del siglo XXI (industrial o en desarrollo) es algo fundamental: Recorrer un feriado o día domingo para ver obras de arte de forma gratuita. Para nosotros eso es un lujo, cuando en las sociedades modernas (normales) es cotidiano disfrutar los espacios culturales de una forma moderada. Claramente aún NO somos ciudadanos -concepto básico del Estado moderno nacional-, aún somos súbditos, objetos y no sujetos deónticos.

Hoy aprecié nuevamente a mi país, revivir su historia en mi propia casa, ni siquiera ese derecho hemos tenido. Nuestro país es ejemplar, al cual uno accede más desde la lejanía. Hace años en el Museo de la Revolución en Cuba, me encontré un retrato de Fidel leyendo un periódico en la cárcel -luego de la toma del Moncada- que en la portada describía la caída de Arbenz en Guatemala; en Casa Azul, Coyoacán, vi otro retrato de Frida Kalho, quien en una de sus últimas manifestaciones -cuando languidecía e incluso la llevaban en hombros por medio de una camilla-, protestaba ante la caída del gobierno revolucionario producto de la invasión estadounidense; ver las pinturas de Mérida en la Casa Diego Rivera; apreciar el destacado trabajo de Rina Lazo como discípula de Rivera en el Museo de México; en España comúnmente me referían que Guatemala es un país muy lindo, que la gente que visitaba el sur de México le decían que obligadamente tenían que visitar Guatemala, que era sorprendente; en fin, tenemos un país tan grande y pequeño a la vez, tan admirado por afuera y tan humillado por adentro.

Finalmente, en este día cívico nacional, debemos recordar que la Revolución fue necesaria para el impulso del Estado moderno y nacional, fue un eslabón para el antagonismo de clases que se iba a desarrollar posteriormente durante más de tres décadas y que dieron paso al incipiente Estado democrático actual, es decir, la revolución era una etapa inexorable, un paso para el reencuentro no armonioso de las esferas y las capas, para impulsar una integración ideológico cultural, para mediar en las esferas públicas las contradicciones de clase. La Revolución fue un paso necesario y causal.